Leyenda, mito, realidad o
esoterismo. Sea lo que sea, María Lionza está radicada en Yaracuy y nos
identifica no sólo en el país sino más allá de las fronteras venezolanas.
Muchos la nombran o saben algo de ella, incluso, han ido al monumento natural
que lleva su nombre, ubicados en la misteriosa Montaña de Sorte, pero quizás no
conocen con exactitud el origen de esta leyenda. El culto a María Lionza existe
antes de la llegada de los españoles a territorio venezolano en el siglo XV. De
generación en generación se ha nutrido de la cultura europea, asiática y
africana, conformando un ritual que entremezcla a santos con personajes de la
cultura popular venezolana y héroes históricos.
María Lionza fue una
doncella Nívar, hija encantada de un poderoso cacique de Nirgua. Unos dicen que
era hija del cacique Yaracuy, nieta del cacique Chilúa y biznieta del cacique
Yare, todos grandes hombres guerreros y estadistas. El chamán de la aldea había
predicho que cuando naciera una niña de ojos extraños, ojos color verde agua,
había que sacrificarla y ofrendarla al Dueño de Agua, al Gran Anaconda porque
si no vendría la ruina perpetua y la extinción de los Nívar.
Pero su padre fue incapaz
de hacerlo. Y escondió a la niña en una cueva de la montaña, con 22 guerreros
que la vigilaban e impedían su salida. Ella tenía prohibido verse en los
espejos de agua. Pero un día una fuerza misteriosa adormeció a los guardianes y
la bella joven salió de la cueva y caminó hasta el lago, descubriendo su propio
reflejo en el agua. Ella estaba encantada con su visión.
Así despertó al Dueño de
Agua al Gran Anaconda, enamorándose de ella y atrayéndola. En el lago María
Lionza y la poderosa serpiente celebraron una comunión espiritual y mística.
Cuando su padre descubrió la unión, intentó separarlos. Entonces la Anaconda
creció, se hizo enorme y estalló provocando una gran inundación que arrasó con
la aldea y su gente. Desde ese día María Lionza se volvió la diosa protectora
de las aguas dulces, los bosques y los animales silvestres.
El culto a María Lionza
cobró una gran fuerza en la década 50 del siglo XX, durante la dictadura de
Marcos Pérez Jiménez, quien mandó que se estableciera en la Autopista del Este,
cerca de la entrada de la Universidad Central de Venezuela, una estatua de ella
montada en una danta. María Lionza forma parte de una "trinidad"
junto al cacique Guaicaipuro y el Negro Felipe. Bajo esta trinidad hay seis
cortes: la India, guiada por María Lionza y varios caciques; la Médica, guiada
por José Gregorio Hernández; la de Los Juanes, con figuras de nuestro folclor;
la de Los Autores guiada por Andrés Bello; la Negra guiada por Negra Matea y
Negro Primero y la Corte Celestial, integrada por de varios santos católicos. A
pesar de la controversia que genera, María Lionza ha tenido una gran
significancia social y cultural en Venezuela que trasciende.
Este sitio, cuyos espacios
fueron bautizados como Monumento Natural María Lionza, en Chivacoa, estado Yaracuy,
es ampliamente visitado por los peregrinos en varias épocas del año, mayormente
el 12 de octubre cuando se celebra el Baile en Candela. Los devotos acuden allí
con el fin de hacerle peticiones a la reina, las cuales pueden ir desde la cura
de enfermedades y la solución de problemas de amor, hasta la obtención de
riqueza o poder. Los creyentes eligen un rincón en el bosque o un recodo en el
río para construir un altar para invocar. Usualmente lo decoran con
fotografías, figuras y estatuillas, vasos con ron o aguardiente, tabacos,
cigarrillos en cruz, flores y frutos. María Lionza, considerada en el mundo del
espiritismo la reina de las cuarenta legiones formadas por diez mil espíritus
cada una, es quien preside el altar.
A pesar que en la actualidad los tiempos de
pandemia han impedido la realización de los actos culturales en honor a la
reina como en años anteriores, sus devotos tratan de ofrendarla en sus pequeños
altares.
Redacción: Lcda. Zuleydy
Márquez / World Stereo