Foto: CortesÃa
Convertirse en un consentido de la afición,
hasta ser la burla de las redes sociales. Acariciar la gloria de un
campeonato y pasar al anonimato del desempleo. Asà ha sido la carrera de Pablo Sandoval, un continuo sube y baja que ha tocado el fondo y
necesita una inyección de helio para volver a despegar.
Desde su llegada a las Grandes Ligas con los Gigantes de San Francisco en 2008 demostraba que se trataba de un jugador especial. Su biotipo, lejano al de un atleta profesional, agradó a mucho de sus compañeros, en especial a Barry Zito, que decidió apodarlo Kung Fu Panda porque su corpulencia y agilidad era una combinación solamente vista en el protagonista de la animada pelÃcula.
Desde su llegada a las Grandes Ligas con los Gigantes de San Francisco en 2008 demostraba que se trataba de un jugador especial. Su biotipo, lejano al de un atleta profesional, agradó a mucho de sus compañeros, en especial a Barry Zito, que decidió apodarlo Kung Fu Panda porque su corpulencia y agilidad era una combinación solamente vista en el protagonista de la animada pelÃcula.
Ese mote fue una inyección en su popularidad,
porque los aficionados compraban gorros de panda, afiches de Sandoval y hasta
llevaban a sus hijos disfrazados al AT&T Park para ver a un joven de apenas
21 años de edad. Eso, y un promedio de .345 con 24 remolcadas y 24 anotadas en sus
primeros 41 encuentros, despertaron una sensación llamada “PandamanÃa” en San
Francisco que se iba a transformar en una relación especial entre el
venezolano, equipo y la fanaticada.
Su rendimiento demostró a Bruce Bochy que tenÃa su tercera base titular en la campaña
2009. Aunque su agresividad en el plato llegó a incomodar al cuerpo técnico de
los Gigantes, era inevitable ignorar ese talento especial para hacer contacto
sólido con la pelota, a pesar de lo propenso a buscar lanzamientos que estaban
fuera de la zona de strike.
Redacción: José Alejandro Gonzalez Azuaje/Word Stereo