La madrugada del pasado
martes, el huracán Melissa trajo consigo no solo lluvia, sino también angustia.
La tormenta tropical que azotó Jamaica en las últimas horas dejó un rastro de
destrucción que aún se está midiendo, pero cuyo impacto humano ya se siente en
cada rincón de la isla.
Dicho fenómeno de la
naturaleza, alcanzo vientos que superaron los 120 km/h, arrancando techos,
derribando centenario de árboles y cortaron el suministro eléctrico en vastas
zonas urbanas y rurales. Las lluvias, persistentes y torrenciales, provocaron
inundaciones en comunidades costeras y del interior, obligando a cientos de
familias a abandonar sus hogares en busca de refugio.
Foto: Cortesía
Pero más allá de los datos,
lo que se vive en Jamaica es una historia de resistencia. En los albergues
improvisados, entre colchones húmedos y miradas cansadas, se escuchan palabras
de consuelo, oraciones compartidas y promesas de reconstrucción. Las
autoridades locales, junto a voluntarios y organismos internacionales, han
activado operativos de emergencia para atender a los damnificados, distribuir
alimentos y garantizar atención médica básica.
“Estamos vivos, y eso ya es
una bendición”, dijo Marlene Thompson, madre de tres hijos, mientras sostenía
una manta sobre sus pequeños en un centro comunitario de Montego Bay. Su casa
quedó bajo el agua, pero su fe permanece intacta.
Asimismo, ante la situación
que vive la isla, el gobierno declaró estado de emergencia en varias parroquias
y ha solicitado apoyo internacional para enfrentar la crisis. Mientras tanto,
brigadas de rescate recorren zonas aisladas, buscando personas atrapadas y
evaluando daños estructurales.
Foto: Cortesía
Finalmente, cabe señalar
que, desde Venezuela, y desde cualquier rincón del Caribe, el llamado es claro:
Jamaica necesita nuestra voz, nuestra ayuda y nuestra solidaridad. Porque
cuando el viento se lleva los techos, lo que queda es el alma de un pueblo que
no se rinde.
Redacción: Lcdo. Nelson
Hernández / World Stereo